
Cuando hablamos de pinturas para paredes y fachadas, es habitual escuchar dos términos que parecen opuestos: transpirable e impermeable. Sin embargo, no son lo mismo ni sirven para lo mismo.
Pintura transpirable
La pintura transpirable está diseñada para permitir el paso del vapor de agua a través de los muros o superficies. Esto significa que las paredes “respiran”:
Evitan la acumulación de humedad interna.
Reducen la aparición de moho o salitre.
Son muy útiles en construcciones antiguas, en sótanos o en zonas con cambios de temperatura que favorecen la condensación.
👉 Su función principal no es repeler el agua exterior, sino gestionar mejor la humedad que proviene del interior de la vivienda.
Pintura impermeable
Por el contrario, una pintura impermeable crea una barrera contra el agua exterior. Se usa sobre todo en fachadas y superficies expuestas a la lluvia o al contacto directo con la humedad. Sus beneficios son:
Protege frente a filtraciones de agua de lluvia.
Aumenta la durabilidad de la pared frente a condiciones climáticas adversas.
Suele tener acabados más resistentes frente al desgaste.
👉 Aunque evita que el agua entre, no siempre permite que el vapor interior salga, lo cual puede ser un problema en paredes que ya tengan humedad.
Entonces, ¿cuál elegir?
Si lo que necesitas es proteger una fachada expuesta a la lluvia, lo ideal es una pintura impermeable.
Si buscas evitar condensaciones internas y dejar que los muros respiren, una pintura transpirable será la mejor opción.
En algunos casos, existen productos que combinan cierta impermeabilidad con transpirabilidad, pero conviene revisar siempre las especificaciones del fabricante.